miércoles, 12 de marzo de 2008

LA CIUDAD

Una ciudad no es sólo el apagado diamante del asfalto
Ni el murmullo periódico de teatros y oficinas
donde se aprende que la paz no existe.
Ni las vitrinas polícromas donde quiebra su mirada
los niños y las muchachas pobres.
Ni los hoteles donde se ama con brazos clandestinos
y manos internacionales.
Ni los parques testigos de gestos prohibidos
y decisiones súbitas.
Ni los restaurantes que disfrazan la agraria realidad de los mercados.
Ni los monumentos que vulgarizan el olvido de hombres y simbolos.
Ni los vehículos impulsados por el tiempo, la muerte o el delito.
Ni las alegres avenidas donde desfila ciega la tristeza.
Ni las iglesias donde
los mendigos no le piden a dios sino a los hombres.
Ni los opulentos edificios que no emocionan sino amenazan
como pulpos.

Una ciudad es un inmenso corazó consternado
donde la sangre colectiva circula lentamente,
irregular,insomne,vestida de telefonos,
de mujeres, derrotadas, de poetas frustados,
de victoriosos mercaderes, de genios anonimos,
de politicos que digieren facilmente la palabra"democracia"
y obreros indigestos con la misma palabra...!

Pero tambien en ella vive perpetua
una conciencia humana
equilibrada y
justa.
Una cuidad es un ansioso monumento a la esperanza,
una ecuación multánime de lucha,
una constante manifestación de esfuerzos generales
y una concreta prueba de que el hombre no ha muerto.

Una cuidad se ama apresuradamente
con pesadumbre estéril o vértigos sociales.
No se encuentra la cómplice madurez de los bosques.
En vez de rios numerosos se escuchan las bocinas.
No hay pájaros que cantan sino ambulancias que aullan
y en el lugar de las estrellas el gas neón parpadea.

Sin embargo, la ciudad es necesaria.
Sin ella el campo seguiria ansiado
tal vez muriendo a pausas y sin una salida.
Pero debemos amarla transitoriamente,
poner en ella nuestros ojos, nuestra palabra,
nuestra manos:
y guarda siempre virgen la semilla serena
del corazón que un dia debe volver al surco...

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